Por Jesús Álvarez López. Yo nunca mancillaría la bandera de los Estados Unidos de América, porque los símbolos de otros también se respetan. Lo que nadie puede pedirme es que la ame, porque encarna al imperio que lleva siglos esperando que “madure la fruta” para engullirla, y enarbolándola entraron a mi patria los soldados invasores que después no dejaron entrar a los gloriosos mambises de Calixto García en Santiago de Cuba tras luchar 30 años por nuestra independencia.
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