En Cuba existe una frase que todo nacional entiende a la perfección, dicha ante un disparate, pérdida, daño o derroche que asumimos, como pueblo, de manera derrotista: “Rómpelo que Liborio paga”.
Dicen que Liborio nació casi con la república, entre la corrupción y la esperanza rota. No era un héroe. Tampoco un antihéroe. Era, sencillamente, la imagen de un pueblo sin esperanza personificado en un guajiro con corte y moda de la época que se contentaba con lanzar indirectas.
Se dejó de publicar como tira cómica, finalmente, en la década de los cincuenta del siglo pasado. Con la Revolución, con la idea de una revolución que buscaba el bien de todos con la participación de todos, parecía antagónico aquel guajiro de guayabera y patillas largas creado por el caricaturista matancero Ricardo de la Torriente.
Pero lo que es no es lo que debería ser, y en algún momento regresó Liborio…
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