El presidente estadounidense, después de apostar a varias jugadas fallidas en Asia, Medio Oriente y América Latina, está en una encrucijada. Como buen empresario debería saber que su mejor movimiento es retroceder a tiempo, pero cegado por la arrogancia y los «malos consejos» se empecina en entrar cada vez más dentro del laberinto.
El empresario Donald Trump, devenido presidente por el voto minoritario del pueblo estadounidense –obtuvo menos votos populares que su rival Hilary Clinton en unas elecciones con alto nivel de abstencionismo–, se encuentra en una verdadera encrucijada, una de las tantas del laberinto en que se ha metido su administración.
Pocas cosas le salen bien al mandatario, uno de sus sueños más preciados, las negociaciones sobre la desnuclearización de la República Popular Democrática de Corea (RPDC), sueño que le hizo acariciar los laureles de la gloria, le fue arrebatado. El «acuerdo del siglo» se fue…
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