Entre la tarde del 8 de marzo y la madrugada del 10, Venezuela fue víctima de un nuevo ataque de sabotaje, el mayor en su historia republicana, a la central hidroeléctrica del Guri, que dejó sin electricidad a por lo menos un 80% de la población, con el objetivo de socavar todo intento por parte del Gobierno venezolano de lograr la estabilización de la economía y frenar el cuadro insurreccional que Estados Unidos y sus delfines como Juan Guaidó intentan culminar exitosamente en el país.
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