
Entraba en sus días finales el mes de agosto de 1956. Fidel y sus compañeros apresuraban los preparativos para la expedición con que iniciarían en las montañas orientales la insurrección popular armada contra la tiranía batistiana, aunque aún no se había adquirido la nave que los conduciría a Cuba. No obstante, un mexicano amigo, Arsacio Venegas, contrataba un sastre para la futura confección de los trajes de campaña.
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