Por Arthur González.
Nada es extraño en el actuar cotidiano del presidente Donald Trump, quien cual emperador romano hace y desde hace a su antojo, desde ordenar el bombardeo a otros países hasta el chantaje de eliminar la ayuda si no acatan sus desvaríos.
Así lo hemos visto desde su investidura, donde la descortesía con su propia esposa ha dejado asombrado a todo el que tenga algo de sentido común, unido a las exigencias a México para que asuma los gastos de la construcción de nuevos tramos del muro entre ambos países; respuestas sin diplomacia alguna a la canciller alemana y a la primera ministra del Reino Unido, unido al uso de tuits para despedir a sus principales funcionarios.
El chantaje es una de sus armas preferidas, las que empleó recientemente con Canadá para que se sumara a la campaña contra Cuba, con el invento fantástico de los ataques acústicos…
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