A los que nos piden que nos fragmentemos en mil pedazos, les decimos: ¡No!
A los que nos piden que tengamos 25 partidos, les decimos: ¡No!
A los que nos piden que tengamos dos partidos les decimos: ¡No, porque con este es suficiente; este basta y es el que garantiza la unión, el futuro, la independencia de nuestro país!
Fidel Castro. Informe Central al Primer Congreso del PCC, 17 de diciembre de 1975
En un reciente manifiesto, el director de CP ratifica lo que se veía venir. Que no es comunista no resulta una confirmación demasiado inesperada. La noticia, – y tampoco sorpresiva, porque está sugerida tibiamente desde sus inicios-, es la voluntad de, cuando sea necesario y posible, formar un partido. Dicho así: “cuando sea pertinente y posible, será indispensable proponerse, además, la constitución de una agrupación política programática, sin la cual no serían factibles tales propósitos”. ¿Y un partido que se supone sería “autónomo”, no socialista y desideologizado?
Y se supone que autónomo porque para el director de CP son muchos los cubanos, digamos, los trabajadores que discuten y proponen ideas o conceptos cuando examinan las políticas gubernamentales, o cuando acuden a las elecciones y seleccionan en el barrio a sus representantes, los que no somos ciudadanos autónomos. Quizás es que considera autónomo al no comunista, como ahora con claridad se autodefine, que pudiera formar un partido, – como ahora se anuncia -, y proponer sus candidatos, hacer campañas de promesas, y disputar el poder político.
Pero es que si como “laboratorio de ideas” CP nació con una muy discutible autonomía, visto que sus eventos, publicaciones, viajes y estancias en el extranjero son financiados por gobiernos europeos o el padrinaje de la Open Society del megamillonario y especulador Soros, entre otros, la pregunta sería cómo piensan presentarse con esa añorada independencia, ya como partido político, y ante un pueblo como el cubano. Ese es un tema que en su manifiesto de ahora continúa evadiendo el director de CP, ni menciona siquiera, y sobre el que un forista justamente le pregunta en su sitio digital. Pero no esperemos en vano: el asunto tal parece que no será tratado porque la suerte está echada, y la pretensión de formar un partido político era uno de los capítulos futuros de una crónica anunciada (pero muy disimulada al principio) desde la misma rápida aparición del “laboratorio”, cuando, con los restos sobrantes y todavía tibios de su labor en Espacio Laical, celebraron, casi al día siguiente, ya listo el nacimiento de la nueva entidad que ahora podría devenir en un partido político, dicho con una cuidadosa perífrasis.
Resulta cuando menos asombroso que se intente demeritar a los que no estamos de acuerdo con que se discutan nuestros asuntos en sillones de Washington, acusándonos de pretender ser dueños de la verdad. No ha sido el caso, sino cuando existe una verdad evidente: que no es con la compañía de que se rodea CP con quienes aceptamos construir Patria, ni Revolución, ni mucho menos el Socialismo, pero muchísimo menos aceptar en nuestro suelo un partido que dispute el poder político con más respaldo fuera que dentro del país. Y aun cuando ya no existiera un auspicio extranjero, (algo quimérico en estos tiempos de revoluciones y primaveras de variopintos y engañosos arcoíris), no es con un partido no comunista con quien la inmensa mayoría de los cubanos hemos defendido y avalado seguir nuestro destino.
El socialismo, – y el comunismo cuando pueda ser -, no es un accidente prescindible en la formación de la nación cubana. Es algo que nos rebasa, que va más allá de los límites insulares: es una necesidad perentoria y cada vez más urgente de la humanidad doliente toda. Quien se levanta hoy en Cuba contra ella, no se levanta sólo contra Cuba. Cuba, la Casa Socialista, se edifica, y cuando ha sido apoyada con cubanos y no cubanos que residan o no en Cuba, ha preferido las magras monedillas de los tabaqueros de Tampa y Cayo Hueso, no los auspicios de embajadas extranjeras, no los dineros interesados de los millonarios que como Roma, siempre secretamente desprecian a los que logran comprar. Con millonarios, es preciso hacer “negocios” hoy, porque así está injusta y criminalmente regido el mundo económico actual, ese que el socialismo lucha por cambiar. Pero con ellos, y mucho menos los del tipo Soros, no se hace Patria. Cuba ya definió la argamasa socialista de los cimientos de su Casa, y sólo no aceptaría la gestión política ni la “pluralidad” de los que sean incorregiblemente contrarrevolucionarios, porque hoy una política contrarrevolucionaria no socialista atentaría contra la Patria misma. Si los que han apoyado y financiado a Cuba Posible, nunca aceptan – y aplastan – de manera unánime toda pluralidad que consideran los amenaza, toda democracia que no sea la que conciben, y lo hacen tanto en su seno como allende sus mares, ¿por qué hemos de aceptar nosotros una pluralidad donde regalemos la oportunidad de anidar y medrar sus intereses mediante todos los mecanismos de injerencia cultural e ideológica que hoy harto conocemos?
Y es tristemente paradójico, porque quienes acusan de inquisidores y doctrinarios, y de extremistas dueños de verdades a otros, demarcan los mojones y los hitos de un territorio de ideas donde sólo entronizan su verdad, por más que hablen de consensos y diálogos: resulta que “los cambios necesarios para desarrollar el país y hacer evolucionar el bienestar de la sociedad cubana” son sólo alcanzables mediante sus propuestas, es decir, aquellas que surgieran de “un desarrollo inclusivo de la pluralidad ideo-política del país”. ¿De cuál verdad revelada creen ser los dueños? ¿Es la pluralidad ideo-política consensuada con entes extraños al país, y no socialistas, la que nos proponen?
Y como ya eso se les hace evidente, ahora se sugiere la futura formación de un partido político programático. No quiero ser conspiranoico, pero en los últimos meses varios miembros o colaboradores de CP vienen haciendo profesión de fe, declarando sus afinidades electivas. Cuando uno sugiere más activismo político aquí, el otro desde allá alerta que eso no es bueno, no es aconsejable, que no deben inmiscuirse con el perfil y las funciones de un partido político en los asuntos cubanos, sino sólo con las aparentemente asépticas propuestas académicas para “fortalecer a la sociedad civil”, levantando el fantasma de un estado enemigo, siguiendo una moda intelectual tan preciada por los enemigos del socialismo y el marxismo. Y sin embargo, se mueve. Hay quien no oye, en su impaciencia, aquellos “prudentes” consejos.
En Venezuela, los que acusan a la Revolución Bolivariana de la causa y el origen de todos los males, se asocian a los verdaderos enemigos de Nuestra América, de la humanidad, y hasta piden sanciones e intervenciones. Cuando, y cuanto menos piden, aspiran a que los recursos venezolanos vuelvan a las manos de las oligarquías nacionales e internacionales, porque seguramente así, entregándose a la “normalidad” del mundo y el mercado capitalista, “harían evolucionar nuevamente el bienestar del país”. Existen evidentes diferencias y distancias entre aquellos y estos. No quisiera ser gratuita ni innecesariamente injusto. Pero cuando leo que alguien afirma que “la incapacidad de generar desarrollo” se puede poner en la cuenta de las revoluciones, ni mucho menos de la cubana, descubro una subterránea correspondencia entre aquellas actitudes y las de aquellos que, teniendo ante sus ojos la historia toda de la humanidad, y los sucesos diarios de los tiempos que corren, son capaces de tener una mirada de tan mísera dimensión, que culpen a las revoluciones, o al socialismo y al comunismo, de las dificultades, sin mencionar siquiera los formidables y criminales obstáculos que levantan los asedios oligárquicos a todo intento de liberación humana. Y ni aun se refieren a esas causas, poniéndose así francamente al servicio de los enemigos de las más caras aspiraciones simplemente humanas, si queremos, y resultara posible, hablar sin ideologías. Pero se comprende muy bien que le suceda a quien no sea capaz de captar y aceptar la profunda justeza y la necesidad del comunismo y, en cambio, y además, se asocie, reciba sus auspicios y se haga acompañar por los aparentes amigos de la democracia, sus verdaderos enemigos.
Quizás la base de la endeblez de la propuesta directora de CP para Cuba esté en lo que admite con respecto a su personal no ideología: quien afirma que no tiene ninguna, puede y debe ser respetado en su derecho a una imposible ilusión, una ardua y quizás angustiosa aspiración a intentar despojarse de lo inevitable. Pero si le niega la legitimidad a la Revolución Cubana, no se puede esperar que admitamos lo que a las alturas de este siglo es incuestionable, a saber, que siempre los hombres tenemos un corpus ideológico que guía nuestras opciones y nuestras acciones. Hace rato que la suerte está echada y estamos bien advertidos sobre las poderosas fuerzas externas e internas que se han de vencer en el arduo camino de las revoluciones.
Origen: Cuba Posible: ¿Habemus Partido? Por Carlos Luque Zayas Bazán