Néstor del Prado/Cubadebate
En un monasterio vivían un grupo de cincuenta monjes. Todos ellos eran especialistas en lógica matemática y tenían voto de silencio. Pero el voto era muy estricto: no sólo no podían hablar entre sí; tampoco podían intercambiar mensajes por procedimiento alguno. Además, tampoco tenían espejos ni manera de contemplarse a sí mismos. Sólo hacían una comida al día, en el restaurante común, todos a la vez en una enorme mesa redonda, y el resto del día lo pasaban orando y estudiando lógica en sus celdas.
Un domingo reciben la visita del abad de la orden, el cual estaba liberado del voto de silencio. Cuando estaban reunidos en la mesa del comedor, les explica lo siguiente:
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