Deja un comentario

CUBA 1902 La primera huelga en la neocolonia

Por: PEDRO ANTONIO GARCÍA (cultura@bohemia.co.cu)
Fotos: Archivo de BOHEMIA

Los tabaqueros demandaban, entre otras peticiones, la admisión de los niños cubanos, sin importar la raza, como aprendices en las fábricas

La chispa que prendió la llama se produjo en el taller de tabaquería Hijos de Cabaña y Carvajal, propiedad del trust estadounidense Havana Comercial Company, en medio de un clima de tensión, debido a la negativa de satisfacer ciertas demandas obreras. Los trabajadores de ese taller solicitaban a los patrones que se mejoraran los instrumentos de labor, lo que posibilitaría un aumento de la productividad y, por consiguiente, el incremento de los ingresos de los asalariados. Ante el rotundo rechazo de la compañía, estalló una huelga a principios de noviembre de 1902, que rápidamente se extendió al taller Villar y Villar y luego, en cuestión de horas, a todas las tabaquerías de la corporación norteamericana.

Los obreros del sector que laboraban en empresas del monopolio inglés Henry Clay Company también abandonaron sus puestos de trabajo. Los portuarios y trabajadores del comercio y otros sectores se solidarizaron con los protagonistas del paro. Se organizó un comité rector para planificar las futuras acciones. Aquello comenzó a adoptar características de huelga general.

La Liga General de Trabajadores Cubanos (LGTC) le brindó todo su apoyo y su ejecutivo central, junto con el comité de huelga, sesionó permanentemente. Como demanda fundamental, aparte del mejoramiento de los instrumentos de trabajo, plantearon “la admisión de los niños cubanos, sin diferencia de razas, como aprendices en todas las fábricas de tabaco”.

Los patrones insistieron en su rechazo a aceptar las demandas, incluso al costo de tener que cerrar todas las tabaquerías de propiedad inglesa y norteamericana. Parques y calles de La Habana sirvieron de escenario para mítines y manifestaciones. El Gobierno de Tomás Estrada Palma, lejos de interceder entre empresarios y obreros, la emprendió violentamente contra estos últimos. Policías y guardias rurales asaltaban las asambleas, clausuraban locales y apaleaban a los trabajadores, sin importarles que fueran mujeres o niños.

El 19 de noviembre de 1902, al concluir un acto de los huelguistas en el entonces teatro Cuba (hoy América), en la calle Galiano, las fuerzas represivas agotaron el parque de sus armas contra quienes abandonaban la sala. Hubo decenas de heridos. Para el proletariado, ello significó una especie de declaración de guerra del gobierno.

Discriminación por nacionalidad y color

El Gobierno de Estrada Palma, lejos de interceder entre empresarios y obreros, la emprendió violentamente contra la masa trabajadora

El 20 mayo de 1902 había asumido la presidencia del país Tomás Estrada Palma. Tenía que gobernar un país arrasado por la guerra del 95, que apenas había podido recuperarse en los casi cuatro años de ocupación estadounidense. La producción agrícola estaba deprimida; la industria, arruinada; miles de hombres se hallaban sin trabajo; seguía pendiente una solución para los casi 60 mil miembros licenciados del Ejército mambí. Se necesitaba un mandatario con habilidades y aptitudes que don Tomás Estrada Palma estaba lejos de poseer.

Limitado por sus prejuicios clasistas, deformado por una ideología supuestamente basada en los principios democrático-burgueses, los cuales interpretaba bajo un prisma conservador y reaccionario, siempre con restringido alcance, el primer presidente del Estado-nación cubano no podía percibir en su real dimensión la problemática de su país. Vivía convencido de que manteniendo sus principios de austeridad en lo personal y en el manejo de los fondos públicos era posible solucionar la crisis. Abogaba por la desvinculación del Estado de la vida económica del país, en un momento que requería con urgencia planes de fomento agrícola y de ayuda financiera al campesinado.

Para la clase obrera cubana el advenimiento de la república neocolonial no supuso el fin de la discriminación a los nacidos en la Isla, y en el caso de los negros y mulatos se sumaba la del color de la piel. Al trabajador nativo, como algunos le denominaban despectivamente entonces, le era sumamente difícil acceder a los puestos de mayor remuneración. En las tabaquerías eran relegados a las plazas de los departamentos de despalillo y galera, mientras que las del almacén y las de los departamentos de secado, rezagado, escogida y fileteado, donde se devengaban salarios más altos, estaban reservadas a los familiares de los patronos españoles y a recomendados por las autoridades.

Para justificar esta discriminación solía usarse como subterfugio que el cubano era perezoso, indolente y desorganizado en el trabajo. Poco le valía al nacional el haber laborado en las norteñas Tampa y Cayo Hueso durante la gesta independentista y tener buenos avales de sus patrones de allá. El traspaso de las dos terceras partes de las fábricas de tabaco existentes en la Isla a los monopolios estadounidenses e ingleses no supuso cambio alguno al respecto.

Para el cubano negro y mulato, la discriminación se mostraba más encarnizada. Pocas veces eran admitidos como administradores u oficinistas en centrales azucareros, bancos y empresas, ni como conductores de tranvía, empleados del comercio y la gastronomía. Excluidos prácticamente de los altos cargos públicos, no figuraban en el cuerpo diplomático ni en la oficialidad de las fuerzas armadas, donde solo podían ser clases o soldados.
La trabajadora ocupaba el escalón más bajo en el campo laboral. Criadas, lavanderas y costureras constituían el 80 por ciento del empleo femenino.

Otra forma sutil de discriminación afectaba, sobre todo en las tabaquerías, a los jóvenes. La única forma en que un adolescente podía aprender el oficio y ganarse la vida, era trabajando junto con su padre como aprendiz. Pero esto le estaba negado a los cubanos, no así a los españoles, incluso recién llegados de la Península.

Represión

En las primeras décadas de la neocolonia, la mujer trabajadora sufría discriminación por su sexo y por ser cubana

Tras los hechos del 19 de noviembre de 1902 en el teatro Cuba, la LGTC convocó a los demás gremios habaneros a una huelga general de solidaridad con los tabaqueros. El movimiento no se limitó a la capital, sino que se extendió por todo el país, sobre todo por Santa Clara, Cienfuegos y Cruces. A partir del 22 de noviembre la ciudad de La Habana estuvo paralizada. Estrada Palma ordenó incrementar la represión. Se produjeron enfrentamientos entre policías, toletes en ristre, y proletarios, quienes se defendían con pedradas. Hubo más de 150 heridos, algunos luego fallecieron.

El alcalde de La Habana, Juan Ramón O’Farrill, ante tal escándalo, destituyó al jefe de la Policía. Un ministro de Estrada Palma, Diego Tamayo, le pidió un poco más de cordura al mandatario. Varios mambises, Quintín Bandera y Fermín Valdés Domínguez entre ellos, declararon públicamente su apoyo a los huelguistas. Ante una situación tan crítica, Máximo Gómez, Juan Gualberto Gómez y Manuel Sanguily mediaron en el conflicto. Para el Generalísimo, se estaba poniendo en juego la estabilidad de la república y ello podía servir de pretexto para una intervención yanqui. Obtuvieron del señor presidente y el Congreso el compromiso de que se aprobaría una ley sobre el aprendizaje, la cual plasmaría los derechos de los obreros cubanos.

Los trabajadores ya no tenían fe en Estrada Palma pero confiaron en Máximo Gómez. El Generalísimo aseguraba que el Presidente, a quien conocía desde la Guerra del 68, era un hombre de palabra. El comité de huelga celebró una asamblea, en ella se acordó el regreso a los puestos de trabajo. De esta manera terminó el paro.

La llamada Ley del aprendizaje nunca llegó a aprobarse. Los dirigentes de la huelga tuvieron que abandonar clandestinamente el país ante la persecución del Gobierno. Diego Tamayo fue destituido como ministro y el alcalde de La Habana corrió igual suerte. Al jefe de la Policía capitalina lo repusieron en su puesto. Máximo Gómez comprendió amargamente que el mandatario, aparte de incapaz y rencoroso, no tenía palabra de honor.
____________
Fuentes consultadas
Los libros Historia del Movimiento Obrero Cubano. 1865-1935 (Editora Política, 1985); La neocolonia. Organización y crisis desde 1899 hasta 1940, del Instituto de Historia de Cuba; La república de corcho, de Rolando Rodríguez.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

Ven-Cuba

MIRO CUBA DESDE VENEZUELA CHAVISTA.

La Santa Mambisa

Promoviendo la FE de nuestra cubanísima Revolución

Guerrero Boliviano

Desde Bolivia nuestro corazón cubano...

CHAMOSAURIO

Actualidad política de Venezuela

A %d blogueros les gusta esto: